Punk



Cuando tenía escasos dieciséis años algo similar solía hacer, mi hermana mayor era una adolescente normal con gustos normales y yo la seguía fielmente. Unos seis  años más tarde  las cosas se ven distintas y ahora tengo la posibilidad de escribirlo aquí.

Me gusta describir lugares, y siempre he creído que he de empezar a contar  historias así, hablando de lugares y este no era menos familiar que otros. Un recinto de puertas de cristal y marcos de madera, no puedo aproximar las dimensiones pero son pequeña, para la cantidad de personas que resguarda, elemental es que exista una barra de bebidas, un escenario, cables, instrumentos, micrófonos, amplificadores… arriba en el segundo nivel desde donde se puede alcanzar a ver que hay más espacio y menos sofocó se ven caras ansiosas y miradas hambrientas. Al fondo otra barra sobre la cual hay playeras, stickers y otros artículos de las bandas que se van a presentar,  afuera arriba de la estrecha puerta de acceso y salida está el nombre del lugar  “El cuartel”. El nombre más adecuado no podía ser.
De aquí emana una convergencia de jóvenes, y muy jóvenes, con playeras negras de estampados de bandas, que de no ser por él, jamás habría conocido. Gorras, chalecos, tatuajes, gorritos, camisas a cuadros, jeans, vans, paliacates, expansiones, anclas, shorts y la otredad de elementos que completan un estilo de vida o una moda, tómenlo como quieran. Debo recalcar que aquí no hay vestidos maricas y no sé cómo me hace sentir eso.

Son poco más de las tres de la tarde, tan temprano en esta ciudad que se distingue por su vida nocturna pero aquí el espectáculo ya empezó. Batería, bajo, guitarras y una voz, una voz que grita y frente a ella chocan tantas voces más que corean, entiendo lo que cantan las personas que me rodean pero no al vocal. No pretendo entender lo que pasa aquí, en realidad no hay nada que entender, más quiero describir  lo  que vi y lo que sentí, en una de las tantas expresiones musicales y emocionales de esta jungla de animales civilizados, que se llama ciudad.
Ver, escuchar y sentir; los rostro están emocionados, puños en el aire y las voces gritando, gritando eufóricas. Un puñado de jóvenes frente a un promedio de cuatro o cinco personas que tocan los instrumentos de forma similar, su mirada se concentra en el instrumento o tal vez en sus pies, pocas veces puedo distinguir que miran al público fijamente.

No es el espectáculo convencional al que se imagina siempre en un concierto, esto es algo más emocionante, es cercano, hay algo más íntimo, hay un afán de apoderarse de lo que dice la letra de cada canción,  que cada uno de los asistentes se adueña de cada palabra, cada estrofa y cada nota. Poco más tarde en el frente del escenario estamos muy cerca, tanto que empiezo a pensar un poco en mi integridad física, uno escucha la palabra punk he inmediatamente piensa en personas saltando, golpeándose, pisándose, trepándose, una masa de gente se amontona y creo que todos quieren alcanzar a cantar frente al micrófono que el vocalista sostiene fuertemente entrañando la melodía y enfureciendo a los asistentes.
Esto es poco más de una cuartilla y no he hablado sobre la ausencia de sustancias nocivas, que los cigarrillos no entran en categoría, la cerveza no es barata y considero que por eso no hay una fuerte intoxicación masiva de jóvenes y muy jóvenes.
Así pasan banda tras banda, las canciones son muy rápidas, entonces esto está por terminarse y aún no llega a obscurecerse el día.

La música es estimulante y en llega un punto en el que puedo cantar el coro de una canción, la emoción es fascinante de observar, es contagiosa con todos, invade los cuerpos que se extienden por alcanzar la cima de una montaña de personas.  Ahora él está arriba de la masa de personas coreando con coraje la canción, con un maldito puño arriba tratando de mantenerse, y así lo hacen uno tras otro arriba y luego abajo, navegando entre los brazos de desconocidos que empujan sus cuerpos hacia arriba haciéndolos volar. En mi posición me mantengo como espectador de toda una escena compuesta por el espectáculo musical y el estupor del público.
Quiero terminar de escribir esto y no tengo una forma de hacerlo, estoy tardando más de lo que debería en escribir una entrada pero es que no es una historia final. La justificación me sirve de preámbulo para zafarme.

 Algo paso desde ese día, ya no puedo escuchar esa canción sin que tenga escalofrió y me aborden unas intensas ganas de cantar muy fuerte y me siento alegre y me siento triste al mismo tiempo. Pero el camino de regreso me sugiere no pensar.