Mesodermo

A veces pensaba en que tú estado natural era el intermedio, el que no era ni más ni menos de lo que mostraba, pero siempre incompleto.
Siempre pensando que las cosas a las que te dedicabas no te satisfacían, pero solo lo pensaba, jamás lo comentaba porque mientras escurrías de promesas la habitación, escudriñando planes, imaginando escenarios que ni siquiera sabias si iban a ser reales. Mientras yo  pensaba en una forma de no ser la que siempre aterriza los planes y amarga las ilusiones.
Tengo una increíble y estúpida habilidad para atraer a personas como tu, inconformes y que siempre ven el vaso medio vació, considerando en mis reflexiones, que gran parte de mi guarda esas mismas disfunciones. Pero me he vuelto muy hábil en tratar de no mostrarlas. Eso creía, hasta que llegaste a hacerme dudar de que todo lo que hacía y si lo que tenía era suficiente o que tal vez debía estar inconforme.
Llegue a muchas conclusiones importantes cuando empecé a reconocerme en tus debilidades, pase de sentirme satisfecha al contrario y viceversa, pase de tratar de encargarme de todo a no querer hacer más nada. Pero todo paso porque no me daba cuenta de que quien más desorientado estaba eras tú y no yo. 
No quise si quiera meter mis manos al fuego para rescatar algo de lo que nos había consumido, solo quise ver como ardía y se esfumaba, mientras se apagaba lentamente el arrebato y la locura temporal  en la que transcurrimos la temporada. Resulto al final que te quedaste descubierto, ya no había una prenda de encanto sostenida al cuerpo, las palabras y las historias se diluyeron con los vasos de licor y solo quedaba un puñado desordenado de aspiraciones, de deseos y de sueños, con un aire infantil e inalcanzable. 
Mientras estropeaba tus planes, reconstruí los míos, volviendo por lo que me integraba a poner los pasos en donde tenían que haber estado desde antes de que atravesaras por mitad de la calle, pateando un balón hacía los niños que jugaban en una abochornada tarde de mayo.