La que esperaba un pretexto.

Lo primero que vino a su mente, fue hacer planes. Planeo la mañana siguiente, planeo la semana hasta llegar a planear el mes.
Consiguiendo con estos planes evitar responderle a los sentimientos, hacer caso omiso a las dudas que vienen a la cabeza cuando alguien decide marcharse. Postergar el desencadenamiento de reacciones. Evito sentir la culpa, el anhelo, la consecuencia.
Porque cuando alguien se libera, rompe cuerdas de navíos, puede destrozarlas o simplemente desmantelar los nudos que el marinero ha hecho. Abultados montones de cuerdas quedan en la cubierta.
Planear es fácil y trae una sensación de anhelar de esforzarse y de verse cumpliendo tales planes, nos permite la satisfacción de vernos realizados y de tener un control de nuestras vidas. Por más simples o inútiles que sean los planes.
El que ella había estructurado era perfecto, porque tenia la mayor voluntad de cumplirlo, sintiendo que todos los vientos iban a ir a su favor y que soplarían fuerte y recio para que lo lograra. Era otro error. Era otra vez depender de lo que no tiene asegurado.
En lugar de todo eso, antes de preparar maletas y de arribar a la estación de autobuses se propuso encontrar un destino más cercano, revisando listas de lugares, de los cuales muchas veces no podía ni pronunciar el nombre. No eligió ninguno, no tenia razones suficientes para huir y decidió quedarse a afrontar lo que parecía iba a ser una terrible despedida. Nunca paso.
No hubo tiempo, nunca hubo tiempo. 
Había entonces que pensar en lo meses que habían transcurrido, había que escuchar como el eco repetía y retumbaba en los muros nombres ajenos, tenia entonces que parar la distracción y ver las imagenes fragmentadas de momentos que había ignorado para no sentirse mal, pero que calaban como agujas en las yemas de los dedos. Escuchando las frases repetidas, de quien no podía llevarlas hasta sus oídos, recordando que lo había leído en otro lugar. Estaba todo tan mal.
Los planes se empaparon de miedos, de inseguridades y terminaron siendo letras y enunciados en hojas de papel que después no volverían a ser leídas. Resultando tranquilizador haber tenido una escapatoria, aunque no había razón suficiente para huir. Tuvo que conformarse con la ignorancia con sus propias conjeturas y sin una conclusión, dando paso a entregar el papel del cobarde a quien había faltado a hablarle con razones para abandonar el curso del navío.

Julio, 2014.