En julio del 2015

Escuchando ese pop suavecito, con el volumen bajito y con letras románticas, sumerge en noches cálidas con sabanas  frescas y el cuerpo desnudo. Solo hay un cuerpo en la cama matrimonial, un espacio muy amplio donde sobran cobijas, sobran almohadas, sobran deseos y sobran sueños. Más cerca no extraño, más lejos espero y comienzan las volteretas. Apaga las luces intentando conciliar el sueño, hablando con extraños que no quieren hablar. Impaciente  hay una lucecita que emite el móvil y alarma el estado de ánimo, pero al final se exprime las ganas en la almohada y cae en un primer sueño. 
Cada que encuentra un recuerdo tiene que sentarse a examinarlo, como pájaro herido, dispone de escribirlo para hacer de él una historia más entera por la mañana, preguntándose por qué pasa eso en sueños. Preguntándose por qué hay tanto espacio en la cama, por qué la habitación es tan grande y por qué está vacía, por qué nada de lo que ve recuerda, por qué sigue soñando.