Engreído

La universidad se ha vuelto una jungla de egos retorcidos y potencialmente peligrosos, que se desenvuelven dentro de un salón de clases donde afloran los instintos despreciables. Cada uno compitiendo contra el otro porque no caben en la misma habitación y porque el profesorado lo alimenta terriblemente incrementando las diferencias de los alumnos, haciendo muecas y exhibición de las deficiencias de un alumno o de un grupo de alumnos, siendo que aquel también fue uno de los que se sentaba en la butaca, buscando el mismo destino que ahora visualizamos nosotros, cuando no llevaba en hombros una bata blanca con un titulo al que no le hace ningún honor, académico, sin llevar en las manos un papeleo intenso de con quien y con cuantos ha colaborado, aunque sea solamente fingiendo como especialista.
Perdemos todo al ser reconocidos, perdemos la memoria, la sencillez, nos subimos al pedestal imaginario y ridículo de una imagen que no nos pertenece. Quien quiere perder a la persona que formo en una infinita cantidad de días de vida, de experiencias y de anhelos por unos años de estar en el escenario desgastándose con las miradas.