De tardes amorfas.


Han cambiado tantas cosas desde la última vez, que ya deje de contar los atardeceres en que me siento más amorfa. Parte de las cosas que pensaba de la vida han cambiado, pero todo lo que una vez me enseñaste de niña apenas, no se ha borrado. Es solo que no me lo apropio porque yo no lo pensé, me pasa que no lo pienso como mis propias ideas, y ya sé que nadie está hecho de ideas espontaneas pero quiero creer que lo que me distingue de ti me hace un poco más original.
Esa parte que manipulaste quedo como buen monolito de arcillas, que se puede modificar pero que no pierde las propiedades importantes. Adopta formas pero no desplaza la esencia, que con mucho trabajo he tratado de no tocar, a veces pensando en desistir, otras encontrando coraje de la nada para apretar y no soltarme de lo que aprendí.

A estas alturas imaginaba muchas otras cosas más dentro de mi vida, esperaba más de las personas, jugaba con mis sentimientos y me aferraba a ideas comunes, hoy me doy cuenta de que he pasado mucho tiempo pensando en otras cosas. Cosas buenas. Esta tarde leyendo un texto sobre la ecología, el desarrollo y lo sustentable y lo sostenible. Entendí que carezco de lo que esos textos comparten. Yo no quiero salvarle la vida al ser humano, ni arreglarle el medio ambiente, no hay razones claras, solo sé que no quiero. Después de leer una frase tan obscena como es que la pobreza es una forma de deteriorar el ambiente, que me eriza los vellos y me revuelve las entrañas. Termine de leer por es mi obligación y porque estoy compartiendo un concepto llamado universidad intentando obtener algo llamado título. Que avale, que yo sé algo.

Todos los días hacen algo nuevo para que desesperar, cada mañana parece ser la meta del día, me canso de observar a la personas, de lo que han estado orillados a adoptar como estilo de vida, conjugándolo con cuatro escabrosas palabras: así nos tocó vivir. Y te escucho argumentando que seguimos condiciones biológicas  y que así es la naturaleza y que esta vida se trata de sobrevivir. Padezco al escucharte y evito discutirte por cordura, cobardía o astucia tal vez.
Hoy estaba amorfa durante la cadencia de la tarde, hasta que empecé a manipular los trocitos y a darles cohesión para observar un incipiente de ser humano, que aplaca las ideas y graba en los poros lo que es y lo que quiere ser.