Dos bandos.

Pensaba en como lo había tratado, en cómo se había comido su orgullo por ella y que cada cosa que hacía, la hacía en nombre del amor. No prestó atención a ningún acontecimiento de  los que pasaban en su entorno. El jueves en la tarde durante el noticiero de las tres, escucho hablar de la masacre palestina, se le inundaron los ojos. Después de sentirse tan extraño por el dolor que le provocaban las noticias, las mentiras, la hipocresía, lo que estaba mal en el mundo, comenzó a comparar los casos.

A ella no le había importado nada de lo que el había hecho por ella, como al mundo entero le han dejado de importar las personas, dividiendo en dos grandes grupos a la gente, pensando que así de sencillas son las cosas. Están los que se interesan y los que no. Esa fue la cosa más triste porque ella pertenecía al bando contrario de su equipo, los que no se interesan.

Quiso cambiarse de bando, de manera inútil. Aprendió que el bando contrario es más egoísta y que no es la gran mayoría de gente que conoce, que se preocupa por lo suyo y lo que no pertenece a ese conjunto simplemente no le interesa. Pensó que el lugar que tenía era asignado por los valores, encimándose en una nube ligera que lo hacía sentir levantado del piso, sintiéndose ligeramente superior a los individualistas autocomplacientes.

 ¿Por qué entonces tenía tantos deseos de sentirse aterrizado y dentro del bando al que aquella mujer despiadada e insensible pertenecía?