Hablando mucho y no diciendo nada.

Está esta serie de cosas que yo siempre hago, y que al final terminan en el mismo resultado. No me convence que llegue el fin de semana. 

Pretendiendo estar ocupada manifiesto una serie de ideas en textos que no comprendo completamente, estoy segura de que quienes los escribieron tampoco terminaron de entenderlos. Porque cuando escribes existe una parte de ti que se desprende, parece que sale de ti, pero en realidad no la reconoces. Es adorable.

Esto es parecido a estar mareado en medio de mucha gente sin tener ganas de ser auxiliado, a menos que el auxilio sea conveniente.

Estaba escribiendo una comparación entre la revolución Copernicana y  el caso de un doctor que a base de prueba y error descubrió cual era la causa de muerte de un grupo de mujeres después del parto. No visualice un punto claro de comparación, más que explicar el pensamiento abstracto de como  las hipótesis rigen al mundo. Abstracto dije, no sé qué tan claro puede ser entonces, formular conocimiento científico a partir de hipótesis, donde la lógica aparece y amenaza con extinguir su razonamiento.

Llevo dos semanas intentando terminar de leer el libro de la isla, por múltiples razones no lo logro. Me gusta a donde me transporta el libro, porque suena endulzante todo lo que sucede, pero después sucede que lo siento atascado dentro de un interminable juego de buenas intenciones y descripciones incitantes.

Lo quiero refutar todo y no creer nada.