Anuario de la secundaria.

Para la opinión publica en la secundaria yo era buena onda, tierna y probablemente asexual. Todos me trataron poco porque me ponía mamona o porque me consideraban enojona. Mi abandono en el último año por mi mejor amiga fue algo que todos recordaron, porque estaba emo y todos los infelices de mi salón me caían mal. O eso dicen.
No sé porque nunca se me ocurrió discutir que era ser "buena onda" y que criterios utilizaban para colocarme en esa categoría.

Era payasa porque no quería andar con nadie y porque no quise besar a nadie en los juegos de botella o verdad o reto. La diferenciación sexual no siempre llega en el embarazo.
Repiten los adjetivos inteligente y burlona de forma indiscriminada. No sé a qué se refieren con linda o bonita, si yo en la secundaria era un chavito de cabello largo y rodillas raspadas.
Consideran que mi deporte favorito era el básquetbol, pero en realidad era lo único chido que había en mi escuela y que la lectura y la pintura eran mis hobbies favoritos, bueno sí.

Me sorprende la importancia que se auto imprimen en mi anuario, como si hubiesen marcado grandes diferencias en mi vida, es decir, la ñoña nunca fue mi amiga porque yo la consideraba una lame botas y no una chica inteligente, pero ella misma escribe "Atte. Elizabeth, la cerebrito." Los weyes que me gustaron alguna vez, me deseaban que tuviera muchos novios en la  preparatoria, es más, me aseguraban que los iba a tener por ser "buena onda y bonita". Regresa a mí la imagen del por qué no quise darles mi primer beso  a esos extraños seres, que escupían gargajos de forma repetida como forma de diversión. Por qué no quise darles la mano a quienes siempre se la daban a su miembro masculino.
Las que tal vez fueron mis amigas me consideran de confianza y que sabía cómo aconsejarlas, siendo que nunca tuve novio ni nada parecido, siendo que mi vida familiar no era un desastre en ese entonces y yo jamás había pasado por una situación parecida a la de ellas. Pero confiaban en mi absurdo optimismo.
Las morras que me echaron de cabeza las veces que me fui de pinta o cosas así, me recomienda ya no hacer "locuras". Que les den por buchonas.
Los profesores me escriben "pide a Dios sabiduría para conseguir todo lo que te propongas", en serio, ¿a Dios? ¿Y entonces que estoy  haciendo en la escuela secundaria? y la maldita orientadora que me dio reportes como si fuesen caramelos para un niñito obeso y potencialmente diabético, me dibuja un perro dormido y escribe "Cualquier parecido a la realidad es mera coincidencia....  lo digo por lo dormilona, eh." Bueno si hubiese estado dormida en toda la secundaria jamás hubiera llamado a mis padres porque era muy platicadora e inquieta. Perra.
Me llaman rockerita. Me consideran de gustos musicales raros pero "buena onda". Y es cuando llego a la conclusión de que "buena onda" no tiene ningún sentido, sino que solo disfraza lo que la gente no sabe expresar.

En realidad  solo me hubiera gustado que la única persona que marco mi secundaria hubiera escrito en mi anuario, y me hubiese escrito como solo ella lo sabía hacer: franca y sin rodeos.

Me desean lo mejor de una manera indiscriminada y aseguran que siempre van a estar ahí para cuando los necesite, dejando números telefónicos y correos electrónicos. Otra vez, como si alguna vez  me hubiesen sacado de aprietos. Está bien raro lo que pasa en tres años de la pubertad.