Hula hoop

El año pasado comencé aprender a jugar hula hoop y el saldo de daños para finales de este año es de:

  • dos focos rotos
  • dos jarrones de barro negro oaxaqueños parcialmente rotos
  • tres golpes a la pantalla de la sala (sin daños mayores)
  • varios adornos de la sala de mi madre desmembrados y/o decapitados
  • Milo y Mona sufrieron algunos golpes que después valientemente superaron
  • el techo de mi pequeñísima casa tiene unos rayoncitos de los primeros aros que yo arme
  • un esguince en mi pie izquierdo
  • varios muchos golpes en la cara
  • varios golpes más a terceras personas
  • un hula hula perdido  en Chacahua
  • y un solo vaso roto.


No quise arriesgarme a jugar en casa en estos días, con tantas cosas cristalinas cerca, así que no rompí ni una sola esfera. Ya no tengo tantos accidentes y mi año dos mil doce se resume a eso, al hula hoop, ahora mi juego favorito.
Cabe destacar que a mi papá le caga que juegue hula hoop, que me gaste doscientos pesos en un aro que esta bien padre, que me gane el odio y las maldiciones de muchas señoras en el metro y en el metrobus porque "esta niña no ve que estorba" también me gane unos pesos en el Cervantino jugando en la calle y que actualmente gasto muchas horas aprendiendo truquitos en YouTube. 

Me encanta jugar porque me desestresa bien padre, no sé, me divierto mucho y ahora sé que sino termino la carrera los semáforos son mis amigos.