Hoy estoy raro.

Detesto estás últimas semanas en que no sé que hacer, en que todo me abruma porque ya regresare a la escuela y me pongo a revisar cosas antañisimas que me ponen nostálgica y chillona.
He pensado que debería deshacerme de todas esas cosas para ya no tener la tentación pero la nostalgia y  yo tenemos una relación rara, que a veces está bien y otras no la soporto.
No sé si quiero regresar a clases, por un lado quiero ir a clases y aprender cosas, pero por otro lado no quiero fastidiarme con el horrible horario que volví a inscribir, apesto armando horarios, no tengo vocación de administradora del tiempo libre. Tampoco quiero ver a muchas personas pero me emocionan las materias de este semestre.
Otra vez es enero y otra vez ya se acabo el primer mes en chinga violenta. 
Ya no encuentro cosas que hacer y las cosas que debo hacer las pospongo para luego. Ya re acomode los muebles de mi cuarto, cambie de cortinas y de sabanas, saque la ropa y los zapatos que ya no necesito y empecé a reciclar papel (otra vez) como histérica.
Ya leí todo los libros que compre el año pasado y los obsequiados también. Ni siquiera jugar hula hula llena el abismo de mi tiempo libre. Necesito ocupar mi cabeza en algo que no sea la computadora.
Son las primeras vacaciones en que menos televisión vi, escuche mucho más la radio. 
Me di cuenta que si abro una red social más aniquilare por completo mi contacto con la vida real y me di cuenta también, de que estoy a punto de abandonar el blog. Siento que el ordenador es mi mejor amigo, bueno no el mejor, solo el que se aguanta escuchando mis quejas y mis pendejadas.