Una típica queja de inseguridad
Antes no me molestaba que la gente ocasionalmente o en ciertos lugares me
pidiera una limosna, pues eran fáciles de ignorar o los podía evitar. Ahora tengo
que apagar mi cerebro y ponerlo en modus “ignorar, ignorar, ignorar” estoy
reprogramando mi cerebro para siempre decir:
no gracias, no gracias, no, no, no, no, ¡no quiero!
Me han logrado piñar o asustar demasiado un par de veces y entonces
voluntariamente a huevo les regalo unas monedas, una vez a un cholo, otra unos
chacas y por comprar mi seguridad les di mi dinero para comer, y la última a un anciano que logro piñarme porque estaba
perdido en la ciudad.
Están en todas partes, todos los discapacitados y heridos saltaron de sus
camas de hospital y decidieron mostrar sus heridas en los lugares más sucios de
la ciudad para que después tengan una infección que requerirá de más dinero. Los
que de un momento a otro se transformaron en los ciudadanos más solidarios para
ayudar a niñas atropelladas, niñas sin prótesis y señores que terminaron en el
hospital por infartos. Pues no les creo.
Los comerciantes ambulantes del metro son una grosería, son una molestia
extrema que se incrementa y que la gente promueve, las bocinas con volúmenes
estúpidamente altos, los tonos de voz que usan para leer chistes malos, la
inutilidad de sus productos de pésima calidad y todos ellos en persona.
Están además los sin talento que
tocan la guitarra, que cantan o piensan
que cantan; irritantes es su segundo nombre, no entienden que si quiero
escuchar música para amenizar mi camino no le pido al primer fulano que me
grite canciones que no son del gusto popular, si nadie lo pidió es porque nadie
lo necesita. Creo que son los que más detesto.
Las personas mendingando tiradas en medio de una banqueta, molestan porque
estorban, las cincuenta criaturas que tienen alrededor pidiendo una moneda, son
mañosas y groseras, y si por alguna razón se te ocurre llevar prisa y los
llegas a rozar un poco apenas un poquito se indignan como si limosnear fuera un empleo.
Los pervertidos y acosadores que te piden dinero y te persiguen hasta que
les das una moneda, los vagos que se vuelven locos porque
"sabemos que traen varo, pero ahí se ve la banda"
y para
poner una cereza a este helado de miseria, están los chacas, asaltantes,
rateros, ratas, lacras etc. de los cuales no sabes si esperar a que te vendan un
dulce en nombre de San Juditas o que te apunten con algún arma para que
"apoyes a la banda con tus pertenencias".
No es de seres humanos vivir así, temiendo de toda la gente que aborda tu vagón
del metro de todo aquel que le hace parada a tu camión. Apesta el transporte público
y no un taxi no es la solución.
Estoy cansada de que todo el mundo quiera mi dinero, que para empezar ni
siquiera me lo gane yo, es muy fácil extender la mano y pedir dinero, lo sé, lo
hago todos los días pero lo que está pasando en la ciudad es una patada en el
culo de Dios.
Y que hacer si no sé dónde puedo ir a encontrar la solución, pues vengo y
despotrico aquí lo que puedo.