Cigarrillo rosa

Recuerdo bien cuando yo empecé a fumar. Era muy joven e inexperta, pero tenía una curiosidad muy ambiciosa.
Fue alrededor del año 1995 más o menos cuando estaba cursando el preescolar. Algo joven para comenzar con un vicio tan destructivo. Durante esos años de los cuales recuerdo pocas cosas, recuerdo bien la historia de mi primer cigarrillo.

En ese año yo solía juntarme con tres niñitas un poco desorientadas, más bien imitadoras. Ellas siempre jugaban a la hora del té y parecían divertirse mucho con un juego muy inocente, así que me uní a la gran fiesta del té. Después de charlar sobre cosas banales de las cuales no me acuerdo una niñita saco una caja pequeña repleta de cigarrillos. Todas tomaron uno y yo también.

Todas fumábamos bocanada tras bocanada. Era la primera vez que conocía un cigarrillo y era de color rosa. Desconocía la razón por la que las niñas al integrarme a su juego me dieron el cigarrillo rosa. Nadie quería fumar ese cigarrillo, la primera vez acepte y no me molesto fumar el cigarrillo rosa, después con el paso del tiempo me harte de fumar siempre el cigarrillo rosa.
En una lista de favoritos el cigarrillo amarillo y el blanco eran los que la encabezaban, porque se veían más reales después seguían los otros colores que estaban sumamente desgastados y ya no eran cigarrillos sino mas bien colillas, el rosa era el que sobraba siempre sobraba.


Con el tiempo comencé a exigir el cigarrillo blanco pero como siempre a mí nadie me escucha seguí fumando el cigarrillo rosa hasta que me canse. Me canse de fumar, de tener sabor a madera en los labios pero sobre todo me canse del color rosa. Desde entonces el color rosa es despreciado por mí.

Desde que deje de fumar me deje de juntar con las niñas de la fiesta del té me aparte de su círculo social de falsas fumadoras, deje el color rosa para las princesas, me enamore del amarillo y comencé a juntarme con la gorda come crayones y si algún día pretendíamos fumar sus crayones jumbo hubiera comenzado a fumar puros.