Misa

Entre a una misa, para empezar no se como llegue hasta ahí, mire a la gente que con devoción entornaba sus miradas hacia el Padre, una señora me miro con una mirada de indignación la cual no entendí, hasta que con una seña de su mano me dio a entender que debía darme la vuelta y no darle la espalda al altar y por consecuente al padre. Decidí tomar asiento en una de las bancas de en medio una larga, sola y fría banca, con el barniz arrancado por los creyentes, mire hacia el frente, muchos santos, la mayoría los desconocía.


El padre daba la misa, estaba hablando de forma interactiva con su público, les preguntaba cosas a los niños y los niños como en el colegio respondían a coro. Trate de poner atención a las palabras del padre pero me fue imposible ya que mi atención fue robada por la conversación de unas señoras que estaban en la banca de enfrente, hablaban sobre la fiesta que seguiría después de la misa: Te dijo la Tía Mercedes que no vendría por lo de su hijo, ¿Quien más te dijo que no asistiría?, ¿Cuantos invitados esperaremos?... la misma señora que me había señalado que debía voltearme emitió un sonido hacia las mujeres que intrigadas por quienes asistirían a la comida habían levantado su tono de voz. –ssshhhh… las cabezas de los presentes buscaron el origen del sonido, el lugar se lleno de un silencio, un silencio incomodo.


Finalmente me percate de que cosa hablaba el padre, estaba hablando de cómo eran los niños: Los niños son inocentes, son de alma pura que no tiene rencores. En cambio los adultos ¿como somos? Somos rencorosos no sabemos perdonar. Los adultos son orgullosos y no perdonan.
Pensé en que poder tenia el padre frente a una multitud, esa multitud que atenta escuchaba y asentaba con la cabeza, sin reprocharle. Acaso no hay ofensas que no pueden perdonarse?, ¿todo es perdonable?… no lo creo. Divague sobre esto hasta que me di cuenta de que no habría oportunidad de exponer tales condiciones y entrar en una discusión sobre las ofensas. El padre continuo con su misa, nos invito a darnos el saludo de la paz y finalmente desistí y salí de la misa, no podía escuchar más la palabra de Dios en definitiva soy una persona que contradice y cree en las posibilidades, así que con la mirada encima de la señora religiosa salí del establecimiento.

No quise ser grosera con los asistentes y evite darle la espalda al altar, salí por un pasillo de lado y afuera con un ambiente cálido me dirigí a una banca, me senté y finalmente los demás salieron, note que sonreían después de cruzar las puertas del templo, dentro todo era silencio, un ambiente tenso, frio y gris los mantenía serios, afuera todos se relajaban, sonreían y algunos comentaban lo dicho en la misa, otros de cosas que no tenían que ver con la Iglesia, los niños ya no tenían cara de asustados, finalmente salió la señora religiosa con la misma cara alargada y seria sin una mínima sonrisa, tomo un taxi y se fue.