Mi cerebro es una roca metamórfica.

Acabo de escuchar una canción que me hizo chillar mucho en algún momento de mi vida adolescente.
Berreando y al borde del llanto me di cuenta de que ya no tiene sentido para mí, que lo que dice es exagerado y que la quemaron bien cabrón. Entre iTunes y Blogger no puedo terminar mi ensayo de lo que son los Sistemas de Información Geográfica, esos por los que todo el mundo cree que ya son geógrafos titulados. No sé ustedes lectores difusos pero yo he notado que ya no escribo como me va en la escuela, porque son las entradas con menos visitas y a mi me gusta el reconocimiento público. Mentira.

Mi madre acaba de encontrar en su pequeño huerto a un retoño de aguacate y es poco relevante pero aparece como distractor. No sé de que estoy hablando. No me puedo concentrar.
Hace tres días escribí una entrada super intensa de temperamentos, gritos e intolerancia y decidí borrarlo porque me hace sentir muy extraña, me hace sentir que yo no lo escribí.
Tengo dolor de cabeza desde el lunes, no sé a que se debe, llevo varias aspirinas desde ayer pero no me resultan muy útiles.

Es justo que escriba que estoy feliz porque ya escribí más de un párrafo y es todo lo que quería publicar. Además de que puedo justificar mi felicidad al hecho de que me va mal en mi materia favorita, atropelle a un muchacho en la escuela, me cague de frió ayer en la mañana y decidí pasar el día en la biblioteca, fui a un coloquio sobre la urbanización que no me dijo nada nuevo y mi estúpida altura hoy me hizo útil para gimnasia.

Quiero comer chocolate.

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